lunes, 28 de septiembre de 2009

EN LA CIUDAD. Dirigida y co-escrita por Cesc Gay


Una vez más, la mayoría de cosas que les pasan a las parejas, sean las que sean (las cosas y las parejas), se ponen sobre la mesa de una manera muy atractiva.

Por un lado, es prácticamente imposible resistirse a ese ritmo de cotidianidad contada con tanta rigurosidad y salero. Esa referencia a lo que pasa a diario que desarma, a mí por lo menos, y me hace creerme y querer lo que pasa en la pantalla. Por ejemplo, contrario a lo siempre visto en los cuartos de baño de las películas, el papel higiénico no aparece en ellos por generación espontánea. Encima de la mesa de Eva, hay un paquete de rollos de papel higiénico recién comprado. Cuando Irene va al baño, Eva le sugiere que coga uno, y tú te dices, “mira como yo, también tienen que ir a la tienda a comprar, y sacar cosas de paquetes”, y ya te interesa mucho más lo que les va a pasar.

Que cocinar y comer sean actividades en las que los personajes ocupan una porción bastante alta del tiempo de proyección, es otro detalle que nos los acerca más. Sí es cierto, la compra aparece milagrosamente en la casa sin que se vea como ha llegado hasta allí, pero no olvidemos el factor presupuesto, bajo en concreto, que conlleva ciertas restricciones como evitar rodar en exteriores que todo lo complica.

Otro elemento llamativo, es la manera en la que se utilizan las casas de los personajes. Tradicionalmente, nos cuentan como son éstos, pero Cesc Gay le da una vuelta más a la tuerca, y además nos da información sobre la relación de pareja que tienen. Cuando dos personajes están en el mismo plano hablándose desde dos habitaciones diferentes, sin verse, y durante un periodo largo, poco hay que añadir a lo que está pasando entre ellos.

Más cosas, la proxémica, es decir, lo que nos cuentan los personajes según como estén colocados y a que distancia, mientras interaccionan entre sí en el plano. Cuando nos encontramos a Irene sentada dentro de la cama, y Manu sentado en el borde vestido, sin que haya ningún punto físico de contacto entre ellos, y cada uno mirando en direcciones diferentes, que su relación va viento en popa, no es precisamente lo que nos viene a la cabeza. Mario y Sara son el segundo ejemplo. Aunque están apoyados en la misma barandilla enfrente del mar el uno junto al otro, miran en direcciones opuestas. Sara mira el mar de espaldas a la cámara, Mario por el contrario, está de espaldas al mar. A medida que se desarrolla la conversación se empiezan a mirar de vez en cuando, e incluso llegan a girar un poco el cuerpo el uno hacia el otro, pero lo hacen con tanto esfuerzo, que lo único que podemos concluír es que estar cara a cara no es la posición más deseada en ese momento.

Para terminar, un ejemplo más de todo lo que nos cuenta y entretiene la colocación de los personajes. Estamos en un bar estrecho y alargado imitando el tradicional dinner americano de los años 50. Andrés ve a Sofia sentada en la barra, y se acerca a ella en un intento más de despliegue de encantos. En lugar de colocarse al lado de Sofía en la barra, se queda junto a ella en el pasillo, con lo cual no es solo su discurso lo que muestra torpeza, sino sus disculpas y movimientos permanentes para dejar pasar al resto de clientes que le encuentran en su camino. Sofía sentada cual reina en su taburete giratorio observa la escena con expresión de guasa contenida, y nosotros en la butaca, aunque sentimos algo de solidaridad, no podemos evitar la sonrisa permanente, ante un caso tan claro de ofuscación en la compleja tarea del cortejo.

En fin, que esto de las relaciones de pareja como es debido no es moco de pavo, asi que aprovechemos la oportunidad que nos da "En la ciudad" para encontrarle la gracia a la cruda realidad que nos toca vivir a cada uno y cada una, porque eso sí, la tiene.


 

 


 

 


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